lunes, 10 de junio de 2019

ALGO PARECIDO AL AMOR

   Al bajar las escaleras María pensó que no se sentía así desde que se había enamorado por primera vez en la universidad. Hacía apenas una semana que se había dado de alta en la aplicación y hoy iba a conocerlo; se llamaba José. Ambos tenían la misma edad, 68,  y estaban jubilados. Se morían de aburrimiento y temían la soledad. Ya no esperaban encontrar a su media naranja, ni a la otra mitad, ni a un príncipe azul ni a una princesa rosa, como decía el anuncio. Ella ya no entendía el amor de la misma manera que a sus inocentes dieciocho años; pero esta primavera del 2060 la tenía especialmente revolucionada. Tenía claro que no quería morirse sin volver a sentir algo parecido al amor.
   Y es que María no había tenido suerte en el amor. Solo se había enamorado una vez, perdidamente, de aquel compañero de primero de Hispánicas que cuando ya tenía el vestido de novia a punto, dos años después de conseguir la plaza como profesora de Lengua y Literatura Castellana, le confesó que ya hacía más de uno que se veía con otra mujer a la que amaba con todo el alma. María se negó a preguntar más detalles.  “No me digas nada más; no quiero saber ni cómo ni dónde, cabrón; ni cómo se llama ni a qué se dedica. Has destrozado mi vida y espero no verte nunca más. ¡Vete a la mierda, hijo de puta!”
   Aunque no se había vuelto a enamorar, había conocido a otros hombres. Sin embargo, ninguno le pareció el correcto como para empezar una relación en serio. Habían pasado cinco años desde su última relación interesante. En ese tiempo había recurrido a los  viejos amigos cuando necesitaba algún  encuentro íntimo. 
   Por lo general, la primavera le levantaba el ánimo y quizá por eso, ya llevaba días dándole vueltas a lo de meterse en alguna nueva web de citas para conocer a gente nueva, eso es lo que se hacía ahora. Fue entonces cuando Rocío, su dentista y amiga, le recomendó “Ambocio”, una nueva aplicación que había revolucionado las redes. “Ambocio” prometía amor, boda y divorcio, tres en uno, en seis meses. Era fácil de usar  y  práctica; aunque para nada económica. Los organizadores se vendían como grandes expertos en realizar un buen “matching”. Te aseguraban boda, es más, te la organizaban  ellos mismos… Pero es que, además, incluían el divorcio, los servicios de un abogado si eran necesarios y los papeles.
-        - Porque ya se sabe que los matrimonios siempre terminan rompiéndose y el amor se acaba - le dijo la dentista mientras le aplicaba la pasta del empaste-. Y la empresa basa su negocio en esa idea. Se ve que tienen  un 99.9 de éxitos. Te aseguran un enamoramiento de esos de verbena de San Juan! –Rocío se emocionaba explicándolo- ¡Y tres meses de felicidad absoluta! Pregúntale a Clara, tu vecina, ha disfrutado como una loca.
-        - ¿Cara????? –Pregunta María sin lograr reproducir el nombre-. ¿Y el arquitecto?
-       No hables y muerde aquí. Sí, Clara y su arquitecto. A los cinco meses de casados, cuando empezaron los mosqueos, lo vieron claro, avisaron a la empresa y apaga y vámonos. La empresa se ocupa del divorcio, del papeleo y ¡ya está! Mujer, ¿no  tenías ganas de volverte a enamorar y, sobre todo, de casarte? Pues ¡mira que fácil! Sale caro el capricho, sí, casi como comprarse un piso pero si piensas que lo incluye t-o-d-o … Tú echa números y verás… _Rocío sonrío y le puso la mano en el hombro como para animarla.

   María asiente con la cabeza. No da crédito.  ¡Desde luego es que se les ocurre todo! ¿Y de dónde saco yo el dinero? En el banco… un préstamo… Después del enjuague, se reajusta en el asiento, recompone su melena gris y pregunta:

- ¿Y si me enamoro de verdad? O sea, quiero decir, para siempre. –dijo entrecomillando con sus finos dedos las últimas dos palabras.- ¿Y si después de casarme soy, o somos, tan felices que no queremos divorciarnos? ¿O uno no quiere divorciarse?
- Eso mismo le pregunté yo a Clara. –la dentista se para un momento antes de empezar a limar para dar los detalles que recuerda- Pues si la pareja, pasados los cinco meses, no ha iniciado los trámites de divorcio y/o manifiesta su explícito deseo de seguir casados, abonaría a la empresa el doble de lo acordado en un principio. Si es solo uno de los cónyuges quien se niega al divorcio, actúa un abogado y, creo, que acaba pagándolo ese cónyuge.  Pero, bueno, la empresa ya lo ha pensado bien para obtener beneficios, por supuesto y ya se encarga, ya, de buscar a alguien que te arrebate el corazón y te embelese, pero no lo suficientemente excelente para que no despiertes del sueño, renuncies al contrato y quieras pagar el doble de lo que has pagado por seguir casada.
- ¿El doble???? ¡Por dios! ¿Y si mi caso está dentro de ese 1% que falla? Si no me quiero casar, vaya.
- Te devuelven el dinero. ¡Un chollo! Pero descuida, no va a pasar.  Saben lo que venden; hay mucho estudio psicológico detrás. Picas, te enamoras, después la boda (no puedes esperar mucho, claro) y luego, al cabo de tres meses más o menos, te das cuenta de que a la relación le falla algo, no tira… Empiezas a sentirte insatisfecha, le pides, le exiges, él también a ti… empiezan las discrepancias… Está todo atado y bien atado.  Clara no es el único caso que conozco. Bueno, ¿seguimos? Va, que queda poco. Abre la boca.

   Desde luego, se admiraba María, todo estaba calculado, atado… Pero, ¿quién se iba a enamorar a sus 68, casi 69 años? ¿Y ella? A ella ya no le vendían gato por liebre. Lo que estaba claro, es que una pareja no es para siempre y que a ella le hacía tanta ilusión volver a enamorarse… sentir algo parecido al amor. Por probar…

   Cuando llegó a la calle, José estaba allí, apuesto y elegante. La esperaba delante del portal, con un ramo de apasionadas rosas rojas y una sonrisa seductora.