Desde la colina,
la contemplo
erguirse blanca
feroz y rotunda
en el valle marino.
Me conmuevo y grito:
"¡una ballena!"
Corro, vuelo, tropiezo,
me detengo y oteo:
apenas ya una onda
en el desierto azul.
Tal vez, me digo,
ha sido un espejismo,
la ilusión de ver
una ballena.
Es fácil cegarse.
Como cuando de cerca,
ante unos ojos creemos amar.
El mar, tus ojos,
el amor, una ballena.