De esquinas desgastadas
y amarillentas hojas,
la libreta llama mi atención.
Mis manos la parten curiosas, temblando,
sabedoras de los peligros
que como hienas acechan en silencio.
Consigo abrirme camino
entre letras y garabatos
de todos los tamaños y formas.
Hay palabras tímidas que apenas hacen
ruido,
cobijadas en paréntesis.
Palabras indignadas que airean a los cuatro
vientos
enfados, rencores y culpa.
Palabras quejumbrosas que sangran tu pena.
También palabras apasionadas que reclaman
al esposo.
Y sin saberlo, lo sé.
Estoy buscando el nombre de él,
De su Amado, mi Amado.
Y lo hallo.
Enredado su nombre al tuyo,
a tu corazón y tu pecho.
Mis ojos con horror lo leen
en otras manos, otros labios, otros muslos.
Y siento vergüenza
y una puñalada de traición,
y un aullido de dolor
que regurgita en mi garganta,
en mí.
La otra.