Nuestros días ya no se cuentan por horas
ni por minutos ni segundos
se cuentan ya.
Nuestro día,
ya sólo vivimos un día
-ya no existen ni lunes ni viernes-
el día de la historia que escribimos,
empezó en el umbral de un abrazo.
Se va midiendo el día a besos,
a palmos de piel transcurre,
y un único verbo lo
ilumina.
Nuestros días ya no se cuentan por horas.
Nuestro día se cuenta a besos.