Es otoño y sin
embargo el sol abrasa. Sólo los árboles prácticamente desnudos y montones de
hojas secas a lo largo de las aceras constatan lo avanzado de la estación.
Jaime y Montserrat se dirigen en un impecable Mercedes dorado a casa de los
padres de él, como casi todos los domingos del año desde que tuvieron hijos.
Ahora los hijos casi nunca les acompañan. En la radio Jaime ha sintonizado una
cadena que está poniendo música de los 60 y entonces, inesperadamente, suena una
canción que le lleva a su juventud, treinta y tantos años atrás, cuando el pelo
todavía le cubría la frente y no necesitaba de gafas para disfrutar de la
belleza de las mujeres.
−¿Te acuerdas
de este grupo, mami? –sonríe y le pregunta Jaime a su esposa mientras conduce relajadamente.
−No. –Contesta Montserrat apática, con la mirada perdida.
−Sí, mami, “Los Desalmados”−dice mirándola de reojo. Jaime
chasca la lengua y sacude la cabeza −¡Anda que no ha llovido! ¿Qué habrá sido
de ellos?
−Estarán ya muertos. –dice sin mirarlo, sin apenas mover
los labios.
−¿Estamos positivos hoy, eh?
−No empieces –responde Montserrat sin
apartar la vista del horizonte. –Hace tantos años…
− Si es que mami, ¡siempre estás negativa!. ¡Que no son
tan viejos, hostia! ¡Pero si eran de nuestra edad! Yo creo que se habrán
separado y ya está.
−Tampoco eran para tanto.
− ¡Joder! ¡Esta sí que no me la esperaba! Pero si te
encantaban... ¡Anda que no eran buenos! ¿No te acuerdas de cómo nos gustaban
sus canciones? ¿Y cuando fuimos al concierto? ¡Cómo gritamos! Nos sabíamos
todas sus canciones. Y tú estabas preciosa. Llevabas aquella minifalda roja que
me volvía loco.
−Yo nunca tuve una minifalda roja. Nunca tuve una minifalda.
Mi padre me lo tenía prohibido.
Cuando la canción llega a su fin, Montserrat mira de reojo
a su esposo. Éste se ha recolocado en el asiento y agarra con fuerza el volante;
parece impaciante por adelantar al coche que tienen enfrente. Montserrat se
gira hacia él y comprueba cómo aprieta la mandíbula. Con una mirada desafiante le
lanza una pregunta de la que ella bien sabe la respuesta:
−Jaime, ¿qué ha sido de nosotros?
Ay Mar...que texto mas conmovedor has dejado...No sabes cuantas veces me pregunto eso cuando miro a mi esposo...y no es que no nos vaya bien..es que parece que ya no somos nosotros..nos convertimos en nuestros padres, esos seres que casi nunca podíamos entender en la juventud...que habrá sido de ellos?
ResponderEliminarEste día trataré de encontrarlos de nuevo...besoss
Hola. Gracias Diva por leerme y dejarme comentario. Te entiendo. Me agrada que el texto te haya llegado. Espero que para bien. Un abrazo
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