Este jueves, el relato tiene una introducción de la que todos debemos partir (los participantes del grupo juevero, y que es esta: "Su voz
era como un susurro, hablaba y hablaba sin escatimar en detalles. A esas horas
de la noche, los pormenores sobre la historia de nuestra familia me adormecían
sin poder evitarlo. El abuelo repetía una y otra vez la aventura de aquel viaje
en el que una vez en el tren..."
... de vía estrecha que le llevaba de Oviedo a San
Esteban de Pravia, entabló conversación con un sacerdote. Mi abuelo le contó
que era marino mercante, de Barcelona, y que se dirigía a San Esteban para pedir
la mano a su novia, a la que había conocido en uno de esos viajes.
−¿Y quién es la afortunada? Porque yo allí
conozco a muchas mujeres; que he sido el
cura de San Esteban.
−Pepita, padre. –Respondió Guillermo con la
cándida asertividad de los enamorados.
−¿Pero qué Pepita?
−Pepita la de “El Peral”, el bar-restaurante;
la hija de Pacita.
−¡Ah!¡Hombre,
hombre, hombre! –El cura dio un brinco
en su asiento y levanto la voz y empezó a gesticular furibundo.− ¡Claro que sí! Pepita la hija de Pacita, la de
la Peral. ¡Claro que los conozco! ¡Menuda familia con la que te vas a casar!!!
−Oiga, padre, ¡que soy el novio! −Guillermo,
muerto de miedo intentó pararle los píes.
−¡Esos sí que son buenos! Religiosos de corazón, de verdad. No como esos que van ahí bajo palio,
esos que se dicen cristianos y son unos asesinos, unos ladrones. Porque lo que
pasó esa familia… yo lo sé todo. ¡Eso fue un asesinato! ¡Lo mejor del pueblo.!!
Lo que hicieron con esa familia no tiene nombre… porque eran unos verdaderos
cristianos. De verdad, lo más sano, lo más puro que hay de corazón y no esos
sinvergüenzas, caciques, ladrones…
Y así continuó el cura un buen rato en medio
del tren, enrojecido, montado en cólera... Mi abuelo estaba más blanco que la
modesta camisa que estrenaba y había enmudecido. Él no sabía de qué diantres le
hablaba el sacerdote. Se había enamorado perdidamente de Pepita en el primer
encuentro y en tres años de cartearse, apenas la había visto cuatro veces.
−Yo me bajo en la próxima estación, hijo. –Don
Severino se había repuesto ya.− Pregúntale, pregúntale a Pacita, ella te contará.
Dios bendiga tu matrimonio. Dios os bendiga.
Pacita, mi bisabuela, le contó bien poco. Y,
su hija, mi abuela, había aprendido bien la lección de su madre: “Ya sufrimos
bastante… Vale más perdonar y olvidar”.
Más pasajes en el blog de Alfredo.
Más pasajes en el blog de Alfredo.
Me gusta. Todos los textos que he leído hasta ahora hablan de amores pasados o de hechos difícil de nuestra historia. Algo nos ha marcado de tal forma que hemos reaccionado así.
ResponderEliminarBesos.
Mag
Hola, no encuentro tu relato. Cómoe llama tu blog?
EliminarMuy bien encajada la figura del cura, jajajajaja
ResponderEliminarMuy bien encajada la figura del cura, jajajajaja
ResponderEliminarUn relato muy bueno, y sí, muy bueno el papel del cura metiendo baza en el asunto... de qué no se enteran los curas? ainsss... y el final es una gran enseñanza, perdonar... y olvidar... aunque a veces es complicado...
ResponderEliminarMe ha gustado mucho!! Besines!!
El perdón...y el olvido...dos cuestiones de las que solo saben las grandes personas que ya han pasado lo suficiente....
ResponderEliminarMuy original...con el cura metido en el ajo...me ha gustado!!
Un beso
Debió haber sido un historia terrible para que haya conseguido poner así a un cura! jejeje... nos quedamos con las ganas de conocer los detalles! jajaja
ResponderEliminarPues vaya con el cura, lo sabía todo, más que el novio,y es que lo que no supieran los curas en esa época no lo sabía nadie.
ResponderEliminarMe gustó.
Un abrazo
Qué buenos personajes has creado, ese cura parlanchín y ese marino que escucha.
ResponderEliminarBesos, Mar.
Un curita que dejó a todos en la interrogante ...si que él condenó a todos ...pero la novia y su madre ...mas vale perdonar y olvidar ...hermosa lección ...
ResponderEliminarMuy buen relato
Un abrazo
Muy bonito tu relato, me ha encantado que bien has hecho el papel del cura.
ResponderEliminarMuchos besos
Buen relato, con el cura creando intriga mientras chismorrea.
ResponderEliminarUn saludo
Me encantó imaginar a ese cura, hablando sin parar. Y, aún más, imaginar lo que no se cuenta.
ResponderEliminarMuy buen relato, de verdad, muy bueno.
Un beso.
Joder con el clero, metiendo miedo en el cuerpo del pobre muchacho. Y el vá, y se contenta con una explicación a medias por parte de la novia. :)
ResponderEliminarMuy bueno.
Saludos.
Pues yo me he quedado con las ganas de saber la historia de Pepita, la hija de Pacita ! Muy buen relato que a mi me ha sacado una sonrisa imaginando la escena.
ResponderEliminarUn beso
Muy interesante esos párrafos que al parecer forman parte de un todo más ambicioso. Me atrae lo relacionado con la guerra civil y la posguerra, aunque siempre termina por indignarme. Muy buena puesta en escena.
ResponderEliminarBesos y gracias por participar.
Muy bueno por lo que queda en el aire, ese cura que parece saberlo todo y ese chico que se queda con las ganas de saber. Me gusto.
ResponderEliminarMuy bueno por lo que queda en el aire, ese cura que parece saberlo todo y ese chico que se queda con las ganas de saber. Me gusto.
ResponderEliminarMuy bueno por lo que queda en el aire, ese cura que parece saberlo todo y ese chico que se queda con las ganas de saber. Me gusto.
ResponderEliminarCuántas historias hechas de silencios...todo un submundo que se mueve en los ambientes rurales, que todos conocen pero todos callan...me ha encantado el relato y el ritmo, casi, casi, como el del tren en el que iban montados los protagonistas...
ResponderEliminarBesos
Cuántas historias hechas de silencios...todo un submundo que se mueve en los ambientes rurales, que todos conocen pero todos callan...me ha encantado el relato y el ritmo, casi, casi, como el del tren en el que iban montados los protagonistas...
ResponderEliminarBesos